@JorgeMGalvan
Con la promulgación de las leyes secundarias de la reforma constitucional en materia energética se cierra uno de los capítulos de mayor intensidad en la historia legislativa de México. Ahora la prueba a superar está en alcanzar los resultados mediante la implementación de las reformas, y trabajar acorde a las expectativas generadas en el proceso transformador impulsado por el Presidente Peña y respaldado por quienes creemos firmemente en su proyecto social de nación con rumbo democrático.

Al desagregar el concepto del peñismo podemos observar que este consta de por lo menos dos elementos visibles tanto en su dinámica de gobierno como de partido, a saber, el (1) reformismo y su (2) implementación. El Presidente Peña cuenta hoy con un marco legal que le permitirá implementar programas y proyectos que están delineados en el Plan Nacional de Desarrollo como producto del diálogo entre gobierno y sociedad. Hoy lo que la gente espera son resultados, no pretextos; porque el espacio para los pretextos ya se acabó, no hay más.
Resulta ser un paso difícil el del Estado eficaz a la democracia de resultados, como también lo es, el paso del partido eficaz a la participación incluyente; pasar de la reforma a la implementación supone trabas y un camino sinuoso nada fácil de transitar. Si la aprobación de las reformas resultó en ir a contracorriente moviendo lo que se suponía inamovible durante mucho tiempo en nuestro país, su implementación representa llevar las reformas aprobadas a la realidad social de México para dar resultados acorde a las expectativas generadas en nuestra transición democrática.
Hoy en México, como en todo Occidente, la democracia ha dejado de ser atractiva para un buen número de ciudadanos que no ven reflejadas sus expectativas vertidas sobre los procesos de elección y participación. Según la Corporación Latinobarómetro en 2013, únicamente cuatro de cada diez mexicanos dijeron que la democracia era preferible a cualquier forma de gobierno, siendo el porcentaje más bajo de toda la región.
Son dos los elementos que han contribuido a la desilusión democrática en nuestro país y que pueden (y deben) ser resueltos desde el priismo peñista:
1) La partidocracia entendida como el sistema de cartelización de partidos políticos, ha contribuido a la falta de confianza en la democracia. La depredación de recursos por parte de partidos políticos coludidos responde a los incentivos electorales generados por nuestro marco legal; que no sorprenda que los partidos más que voltear hacia la sociedad se vean entre ellos mismos.
2) Los gobiernos de nuestra transición, más que fallidos, le han fallado a los mexicanos; han generando decepción ante las expectativas vertidas sobre nuestros procesos políticos. La falta de resultados en democracia no implica que la democracia no funcione al ser esta, una falsa promesa del sistema que en promedio genera mayor estabilidad y crecimiento que las dictaduras, hasta ahí nada más.
Asumiendo al priismo peñista como uno que apuesta a las reformas para su implementación y dar resultados, hoy el PRI se encuentra en deuda con la sociedad que sigue a la espera de ser sorprendida por las reformas a sus estatutos y que por lo menos en ellos, la ciudadanía posee un abanico más amplio de oportunidades para la participación política. La trampa perversa generada por la partidocracia al interior del PRI es un reto cultural en tanto responde a inventivos institucionales de realizar tareas para la dirigencia y no para la sociedad: hay que replantearse a nivel organizacional para quiénes se trabaja y para qué se trabaja.
Planteando condiciones el gobierno podremos hablar de un mejor futuro democrático en México: si el priismo peñista cumple con la implementación de las reformas estará entregando los resultados que esperan las grandes mayorías en México.
Resulta ser un paso difícil el del Estado eficaz a la democracia de resultados, como también lo es, el paso del partido eficaz a la participación incluyente; pasar de la reforma a la implementación supone trabas y un camino sinuoso nada fácil de transitar. Si la aprobación de las reformas resultó en ir a contracorriente moviendo lo que se suponía inamovible durante mucho tiempo en nuestro país, su implementación representa llevar las reformas aprobadas a la realidad social de México para dar resultados acorde a las expectativas generadas en nuestra transición democrática.
Hoy en México, como en todo Occidente, la democracia ha dejado de ser atractiva para un buen número de ciudadanos que no ven reflejadas sus expectativas vertidas sobre los procesos de elección y participación. Según la Corporación Latinobarómetro en 2013, únicamente cuatro de cada diez mexicanos dijeron que la democracia era preferible a cualquier forma de gobierno, siendo el porcentaje más bajo de toda la región.
Son dos los elementos que han contribuido a la desilusión democrática en nuestro país y que pueden (y deben) ser resueltos desde el priismo peñista:
1) La partidocracia entendida como el sistema de cartelización de partidos políticos, ha contribuido a la falta de confianza en la democracia. La depredación de recursos por parte de partidos políticos coludidos responde a los incentivos electorales generados por nuestro marco legal; que no sorprenda que los partidos más que voltear hacia la sociedad se vean entre ellos mismos.
2) Los gobiernos de nuestra transición, más que fallidos, le han fallado a los mexicanos; han generando decepción ante las expectativas vertidas sobre nuestros procesos políticos. La falta de resultados en democracia no implica que la democracia no funcione al ser esta, una falsa promesa del sistema que en promedio genera mayor estabilidad y crecimiento que las dictaduras, hasta ahí nada más.
Asumiendo al priismo peñista como uno que apuesta a las reformas para su implementación y dar resultados, hoy el PRI se encuentra en deuda con la sociedad que sigue a la espera de ser sorprendida por las reformas a sus estatutos y que por lo menos en ellos, la ciudadanía posee un abanico más amplio de oportunidades para la participación política. La trampa perversa generada por la partidocracia al interior del PRI es un reto cultural en tanto responde a inventivos institucionales de realizar tareas para la dirigencia y no para la sociedad: hay que replantearse a nivel organizacional para quiénes se trabaja y para qué se trabaja.
Planteando condiciones el gobierno podremos hablar de un mejor futuro democrático en México: si el priismo peñista cumple con la implementación de las reformas estará entregando los resultados que esperan las grandes mayorías en México.
El futuro empieza hoy, como lo afirmó el Presidente Peña en el 85 aniversario del PRI. Hagamos posible el mejor de los futuros en democracia asumiendo el reto de no sólo repetir en discurso sino implementar el priismo peñista. No llamemos en vano a la esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario