Publicado originalmente el viernes 9 de mayo de 2014 por el Partido Revolucionario Institucional
La democracia no es una casa a construir,
sino una conversación a tener.
Obama, 2006.

La conversación ha sido promovida por el PRI desde la presidencia transformadora de César Camacho, quien abanderando el constitucionalismo democrático (Post y Siegel, 2013), lo que hace es declarar que “la Constitución debe estar al servicio de los mexicanos, y no los mexicanos al servicio de la Constitución”. Nuestro pluralismo democrático que vivimos hoy en día es reivindicado y resguardado permanentemente desde esta postura que considera abierto el pacto constitucional (Habermas, 1998). Abrir nuestro pacto constitucional permanentemente implica el compromiso, de una democracia que aspire a ser democrática, con un diálogo activo en el espacio público.
Lo que agradecidamente destacó Alfonso Cuarón con sus 11 preguntas no fue una falta (inexistente) de diálogo de las reformas sino una deficiencia en la comunicación de las mismas más allá de los recintos legislativos y las instituciones del Estado. En la implementación de las reformas de poco servirá que el sistema de partidos se siga viendo los ombligos. Si el objetivo es consolidar un Estado eficaz para tener una democracia de resultados, esa democracia de resultados no puede ser otra que resultado de la deliberación; estaríamos hablando de una democracia deliberativa, ésa que como ha destacado César Camacho es en la que las decisiones de interés general “son legítimas cuando se construyen en un diálogo activo en el espacio público y, cuando en torno al intercambio de ideas, prevalece el consenso de la sociedad”.
El espacio público va desde las plazas, pasando por el internet hasta el Congreso de la Unión. No son pocas las voces que abogan por el que la discusión del mayor proceso de reformas de nuestra democracia se debe circunscribir al Poder Legislativo. En una democracia deliberativa y en el contexto de crisis de los sistemas de partidos en Occidente aunado a la crisis de credibilidad institucional en México (ver resultados de Latinobarómetro 2013 para México), el desterrar la discusión pública a las Cámaras de representación resulta a todas luces insuficiente para un instituto cuyo objetivo es el de incentivar la participación política, como lo es el Partido Revolucionario Institucional.
Los priistas somos muy buenos (si no es que los mejores) para dialogar con la oposición en las Cámaras y para aprobar reformas trascendentales para detonar el nuevo desarrollo mexicano, pero no lo somos tanto en las calles, mucho menos en el internet. El institucionalismo y los burócratas me preguntarán qué es lo que tendría que estar haciendo el Presidente o su Partido dialogando con la oposición en las calles si ya está representada y encauzada institucionalmente en las Cámaras. El debate no es sólo en el Congreso sino en todo tiempo y lugar de esta gran República. Ahí es donde se escapa la lógica institucionalista del Partido en el gobierno y en donde aguarda uno de los principales retos del PRI en su transformación para seguir siendo el Partido de las grandes mayorías en el siglo XXI.
En cada marcha, en cada protesta, en cada concentración pública ahí debe estar más que el debate, el diálogo que nutre a nuestra democracia para hacerla una de resultados. Si el objetivo en este momento es aprobar las reformas necesarias para tener el Estado eficaz; el diálogo en el espacio público fuera del Congreso se tendrá que dar en la aspiración de tener una democracia de resultados. La discusión pública escapa a las Cámaras y bajo esta premisa es que el Presidente Peña y el Partido en el gobierno tienen una responsabilidad de estar listos y dispuestos a para proveer información, dar datos objetivos y promover el debate, así como lo afirmó el Secretario de Hacienda en días pasados.
La negación al debate público no cabe ni cabrá en la presidencia democrática del Presidente Peña. Ejemplos buenos del compromiso con el diálogo activo en el espacio público, han sido los eventos del Presidente Peña en Chilchota, Michoacán, donde ha dialogado con miembros de comunidades indígenas sobre el Programa Integral Michoacán y los programas sociales que impulsa su administración. Otro buen ejemplo es el del Secretario de Gobernación quien en sus visitas a Michoacán ha dialogado abiertamente con miembros de la sociedad quedándose con estos hasta que concluya la última pregunta de los asistentes.
Estos ejercicios deliberativos no fueron televisados ni fueron con la oposición en el Congreso; por el contrario, estos ejercicios deliberativos impulsados por una presidencia democrática son ejemplos de la apertura al diálogo ciudadano y la crítica con y desde la sociedad alejados de una lógica centralista de la capital en donde todo cuanto ocurre en nuestra democracia ocurre cuando hay elecciones y/o es televisado.
Para pasar de una democracia electoral televisada a una de resultados deliberativos tenemos que escapar tanto de la lógica institucionalista que aboga desde los poderes Legislativo y Judicial de Occidente por el textualismo constitucionalista (conservadores tanto de derecha como de izquierda como el morena) para dar paso a un progresismo constitucionalista discutiendo todo y escuchando a todos; esto es, pasar de una democracia en donde todo cuanto acontece ocurre en las elecciones y/o cuando es televisado a una en la que tanto gobierno como sociedad deliberan en el espacio público para generar resultados.
No todo cuanto acontece en nuestra democracia ocurre cuando hay elecciones ni cuando es televisado: hay discusión en las Cámaras, tenemos un vibrante y plural sistema político, pero también hay discusión fuera de las Cámaras; más pronto que tarde lo entenderá el Partido en el gobierno a razón de ser cambiado de no hacerlo. No porque haya diálogo televisado (e inclusive simulado como en la pasada administración en la Presidencia de la República) significa que tengamos una democracia deliberativa, ese es un enfoque simplista y referente de quienes viven desde y para la pantalla, enfoque muy respetable pero que no comparto.
En México la democracia se vive en y desde el debate y la crítica pública, siendo actriz primerísima la ciudadanía. Por eso digo DEBATE SÍ, porque es cimiento fundamental de toda democracia funcional, deliberativa y de resultados. Tengamos esta conversación para alcanzar nuestra democracia de resultados.
*Imagen del artista Przemek Bleyzyk
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