viernes, 30 de diciembre de 2011

Sobre la ciudadanía (o la falta de ella)


Definamos, comencemos por el rescatar por lo menos dos aportaciones en la definición de ciudadanía. José Carlos Cano Zárate define a la ciudadanía como “El derecho y la disposición de participar en una comunidad, a través de la acción autorregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público.” Es en esta concepción donde se rescata nuevamente el concepto de ciudadanía de Marshall. La Real Academia Española define a un ciudadano como el: Habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país. Es en esta definición que se resalta el carácter activo del individuo con la finalidad de incidir en el desarrollo de su respectivo gobierno, es decir, se destaca nuevamente la idea de construcción social y de interacción.

La concepción de Marshall y reconocida por la lengua hablada y escrita, nos define a un individuo perteneciente a la modernidad y que posee ciertos derechos y obligaciones que lo hace partícipe en la relación sociedad- Estado y a su vez en la de Estado-mercado.

Habermas desde la postura de la posmodernidad en su afán por retomar el proyecto racionalista ilustrado, apunta que la ciudadanía democrática (en el Estado liberal democrático) es

“El único cemento que puede mantener la cohesión entre sociedades que se alejan unas de otras….En esas condiciones, las relaciones informales, que constituyen habitualmente una buena parte de los lazos sociales, acaban por disgregarse inevitablemente. Ya no subsiste la solidaridad entre los ciudadanos, como una especie de aseguramiento mutuo, que se había logrado construir por primera vez en los Estados-nación de los siglos XIX y XX.”

El desgaste de las relaciones informales, es decir, aquellas que no intervienen en la relación con el Estado, es evidente para Habermas en tanto éstas constituyen un factor determinante en el desarrollo de una sociedad. La participación de los ciudadanos en una sociedad es condición necesaria más no suficiente para resguardar los beneficios alcanzados por las luchas sociales de los siglos XIX y XX; por lo que se muestra necesaria la interacción de los individuos para alcanzar objetivos que salvaguarden sus demandas respecto a sus condiciones materiales de existencia como apunto desde un principio.

La ciudadanía no se nos es otorgada, se alcanza a través de la participación. De no existir ciudadanía el proceso crítico dentro de nuestras sociedades se ve disminuido al punto de desaparecer, en tanto que la inmovilidad social y el status quo derrota el progreso de la sociedad en detrimento de sus individuos apáticos y cada vez más alejados los unos de los otros; incapacitados para ir en búsqueda de beneficios colectivos como bienes públicos, tales como la seguridad, educación o una democracia funcional cuyos costos reflejen su eficiencia. Una democracia ridículamente costosa y que no funciona en beneficio de la ciudadanía pero sí en favor de beneficios privados de cúpulas partidistas.

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