jueves, 12 de enero de 2012

Miranda de Wallace y el peligro de nuestra democracia.

Con anterioridad escribí:

"En México la sociedad civil es cooptada, corrompida, comprada y manipulada por gobiernos y partidos políticos. Esto supone un riesgo para la democracia al monopolizar a la ciudadanía y mostrarla ante la opinión pública como un producto más empaquetado a través de la unificación del discurso."

Ahora bien...

La candidatura panista a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, encabezada por Isabel Miranda de Wallace no representa una afrenta ni un riesgo para con la democracia mexicana. La postura de Acción Nacional, lejos de ser peligrosa al postularla, es digna de celebrar al pretender oxigenar las ideas al interior de su partido (en un cálculo electoral que representaría un reto de formación de gobierno de ganar las elecciones). La candidatura también fue ofrecida a Martí y Morera, los tres en conjunto representan la cara más visible de la derecha en la sociedad civil organizada, no se le puede tachar por falta de congruencia ideológica.
A falta de una reforma política que contemplara la candidatura ciudadana, esta es una medida sustituta, México requiere una reforma política. Entonces de dónde surge el peligro y el riesgo para la democracia mexicana al ser Miranda de Wallace candidata a la jefatura de gobierno del DF por el PAN?

La actuación con respecto al caso de su hijo es admirable en la esfera de lo personal, y en lo público al destacar la ineficacia al
Estado mexicano para dar solución a los problemas de los ciudadanos de México. Miranda participó como invitada a las mesas sobre seguridad que el gobierno federal llamó DIálogos por la Seguridad. Distintas voces desde la sociedad civil organizada en México rechazaron la invitación a la mesa por tratarse de un ejercicio mediático frente a las cámaras de televisión en donde no se delineaba una crítica puntual a la política de seguridad del gobierno del Presidente Calderón, pero donde sí se hacían alusiones a casos específicos como el de la señora Miranda, que en su caso al ser el secuestro uno de los 22 delitos en los que incurre el crimen organizado en nuestro país, no se ha demostrado la participación de ningún cártel en el caso de la señora Miranda.

Al resto de la sociedad civil organizada, aquella que hace trabajo comunitario y genera esfuerzos para la reconstrucción del tejido social en nuestro país, ni siquiera se le invitó. En la mesa destinada al espacio de la "ciudadanía" (desde la óptica del gobierno federal) quedaba una muestra no representativa de la sociedad civil de la Ciudad de México, aquellos a los que Edgardo Buscaglia ha denominado sociedad civil de cockteles, por referirse al lugar característico en donde se les encuentra son frecuencia. Es decir, el gobierno federal dio acreditación a ciertas voces para representar a un grupo denominado "ciudadanía" en este espacio, y que fungiría como oposición acreditada y ficticia a la política de seguridad, aun así cuando ni siquiera estos grupos hicieran reivindicaciones ni aclaraciones ni críticas a la ineficaz forma en la que el gobierno del Presidente Calderón decidió hacer frente al problema del crimen organizado.

Como en su momento la señora Miranda fungió su papel de legitimadora de una política de seguridad ineficaz en un espacio propagandístico y desde el Estado, no desde la sociedad, hoy el PAN bajo la lógica del dedazo la apuntala como su candidata.

La ciudadanía se crea desde la sociedad y no desde el gobierno: aquí radica el peligro de pretender lo contrario con la candidatura de la señora Miranda, cuando su relevancia en la vida pública nacional ha sido diseñada desde el Estado y bajo un gobierno que ha buscado durante 5 años la legitimización del poder a través de la simulación y distante del diálogo genuino con aquellos que no piensan como él.
El papel de la sociedad frente al Estado se vuelve relevante en la medida en la que el diálogo deriva en beneficios para los ciudadanos. Pretender que el Estado puede apropiarse de los medios y logros de la sociedad supone una afrenta y un riesgo para la democracia.

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