lunes, 11 de julio de 2011

SOLO POR UN MOMENTO



No fue una tarde ordinaria en el Azteca; nunca lo es cuando juega la Selección. Es un ambiente distinto comparado al que se vive cuando juega el águila en el césped del Coloso de Santa Úrsula, un sentimiento de unidad y fortaleza destaca de los rostros de los aficionados mexicanos que en la tarde del 10 de julio de 2011 ascendimos a más de 104 000. Tampoco lo fue porque era una final de copa del mundo, del mundial Sub 17 organizado en nuestro país; una final que disputó nuestra Selección después de haber derrotado a Alemania en uno de los partidos más emotivos que jamás haya visto en mi vida. No era una tarde ordinaria en el sur de la Ciudad de México, repito, nunca lo es cuando juega la Selección Mexicana en el Estadio Azteca.


La tribuna del Azteca estaba a reventar, sus puertas abrieron desde temprano para que los aficionados pudiéramos asistir al encuentro que disputaron Alemania y Brasil por el tercer lugar, y que ganaría el primero. Desde esa hora los asientos del estadio se veían ocupados, resultaba complicado encontrar un asiento vacío para disfrutar del platillo principal de la tarde: la final entre México y Uruguay.


El encuentro comenzó tras entonar emotivamente el Himno Nacional, un canto llevado por miles de gargantas bajo el cielo nublado en el sur de la capital de la República. Con el típico Cielito Lindo, los oles y la ola que nació en el mismo recinto en otra copa mundial albergada en nuestro país, la tribuna del Azteca supo apoyar y motivar a los 11 jóvenes en turno que defendían los colores nacionales en el césped del Coloso. En el primer tiempo cayó el primer gol de los pies del capitán de la escuadra mexicana, un gol que hizo enloquecer a todo el estadio y que llenó de alegría y tranquilidad a miles de espectadores que seguían el juego en todo el país por televisión, radio e internet.


Con una logística superada por las masas del estadio, los espectadores supimos sobrellevar un medio tiempo con escasez de atención por parte de la organización del torneo que dejó bastante que desear desde la inauguración en Morelia, cuando en realidad no existió tal inauguración y se dio paso al desarrollo del primer encuentro aquella tarde, iniciado por México y que ahora concluía nuestra misma Selección.


Iniciado el segundo tiempo, la voz del Azteca dio la bienvenida a un nuevo grito de ataque inspirado en un video que protagoniza un individuo alcoholizado y que ha motivado a una sociedad sedienta de referentes y simbolismos: nació el FUA como grito de ataque de la Selección en el estadio Azteca, permanece la incógnita del conocer si llegó para quedarse o simplemente los espectadores del encuentro fuimos parte de las circunstancias particulares de la realidad nacional, dolida y necesitada de construcciones sociales a partir del intercambio de ideas e interacción a través de redes sociales. En este tiempo entró de cambio el joven convertido en héroe nacional durante la semifinal contra Alemania, me refiero a Julio Gómez, quien con una venda en la cabeza recordaba a los aficionados su herida sufrida contra los alemanes, tras la cual regresó a la cancha para lograr un gol de chilena y que sellaría el pase a la final que ahora disputaba. En la tribuna cientos de aficionados que asistieron al partido con vendas en la cabeza, coreaban su nombre bajo la idea de que “todos somos Gómez”.


El partido agonizaba y los jóvenes, desde su ya reconocida capacidad para asombrar al país entero, supieron convertir un gol a partir de un contraataque en los últimos minutos del encuentro final del torneo. Era la cereza en el pastel y buena parte de México, quizás la mayoría, sabía y reconocía que México se convertiría en campeón del mundo.


Con un marcador final de 2-0 a favor de México, esa tarde de domingo a la que el peculiar clima de verano en la ciudad respetó, México se convirtió en campeón del mundo (nuevamente) gracias al trabajo y esfuerzo de un grupo de jóvenes que demostraron que en México si se puede.
Por lo menos esa tarde de verano en México, existió un país alegre y en paz en el que las sombras que acechan a nuestra dolida sociedad se disiparon solo por un momento, solo por ese momento tan valioso regalado por el amor de su juventud. ¡Gracias campeones!

1 comentario:

  1. No vi ninguna mención al amable grito que le dedicó el estadio al portero cada que despejaba a balón parado!! Creo que fue una manera, de sacar estrés, de divertirnos y de ser muy mexicanos!!

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